¡UN INVISALIGN COMPLETO, POR FAVOR!
Tras 15 primeros días de adaptación, esta tarde ha llegado el momento de comenzar con las sensaciones que me van a acompañar durante poco más de un año.
Y, para ello, ¡he pasado casi tres horas en el dentista! Por terrible que pueda parecer, lo cierto es que prácticamente no he sentido casi molestias. Mi mayor temor viene de que casi siempre me desmayo en cuanto una aguja se acerca a menos de dos metros de mi piel, ¡pero ni siquiera ha hecho falta ponerme anestesia local! Creo que esto permite que os hagáis una idea de lo poco que molesta una de las visitas más completas que se realiza durante el tratamiento: la puesta de ataches, botones, gomas y, en mi caso, limado.
Lo primero de todo, he pasado una hora sentada mientras creaban a medida, pegaban y aseguraban los ataches. ¡Menudo trabajo de precisión! Ha sido entretenido ver con qué pericia adaptaban la pasta a cada uno de los huecos de las fundas: 8 arriba y 9 abajo (según he ido contando), completamente diferentes en tamaño y forma. Además de esto, me han colocado un botón en el último molar de cada lado (tanto arriba como abajo) con el fin de unirlos mediante gomas.
Después de esta aventura, llegaba el turno de otro de mis grandes temores: el limado de algunas zonas interdentales. Dado que el Dr. Moliner ha preferido no extraerme ninguna pieza, era necesario crear espacio entre diente y diente para corregir el apiñamiento interior que acarreo desde hace tiempo. Cual limpieza con hilo dental, el Dr. Aragón (compañero del Dr. Moliner), ha ido pasando una pequeña herramienta que, poco a poco, ha ido creando un pequeño espacio entre diente y diente. La única sensación que he tenido ha sido un poco de calor en las zonas que estaba tratando.
Una vez que todo estaba listo, me han animado a practicar a poner y quitarme las nuevas fundas. Al principio no ha resultado sencillo (sentía mucha más presión)… ¡veremos qué tal van estos 15 días!
